Las energías renovables van, poco a poco, ocupando su lugar en el mundo y desarrollándose tanto en calidad tecnológica como en cantidad y distribución. Hay sitio en el planeta para muchísimas centrales más y de todo tipo, pero, en el caso de la energía solar, siempre se presenta el problema de la intermitencia meteorológica. Esta hace que las plantas solares o la central solar reduzcan su eficacia por la simple reducción de luz solar, en caso de niebla, nubes, polvo ambiental o la mera atmósfera limpia.
La vista de los ingenieros se dirige ahora a otra frontera: la del espacio. En efecto, científicos de todo el mundo están desarrollando proyectos que plantean la construcción de centrales de energía solar espaciales. Por ejemplo, el NRL (Laboratorio de Investigación Naval de la Marina estadounidense) ha presentado la propuesta de una posible central de energía fotovoltaica situada en el espacio.
Allí, más allá de la atmósfera, se evitaría la intermitencia meteorológica y la energía del sol es más intensa, lo que multiplicaría la eficacia de las células fotovoltaicas. La instalación, de la que ya se ha presentado un prototipo, consta de tres módulos: paneles, un conversor de energía en radiofrecuencia y una antena (para dirigir esta a los receptores en la Tierra).
Otros expertos han propuesto un sistema de satélites situados en la órbita geoestacionaria, a 35.888 kilómetros de la Tierra. Los módulos reflectores de estos satélites recogerían y dirigirían la luz solar hacia las células fotovoltaicas. Posteriormente, la energía sería transmitida a receptores en la Tierra usando frecuencias de microondas.
La principal ventaja de este tipo de satélites es que multiplicarían varias veces la energía producida al captar toda la potencia del sol, ya que evitarían las interferencias meteorológicas, pero cabe preguntarse si esas ventajas compensan el coste de la construcción e instalación de los satélites. Mientras tanto, las energías renovables siguen caminando en la Tierra.