A pesar de ser una energía limpia y renovable, la energía solar sigue estando en segunda fila frente a otras energías como la eólica o la hidráulica. Sin embargo, la reducción de los costes de las placas para plantas solares está empezando a conseguir que su desarrollo aumente de forma exponencial.
Curiosamente, tanto la energía fotovoltaica como la térmica están presentes en países que no se caracterizan por su gran número de horas de sol como, por ejemplo, Alemania. Mientras tanto, otros lugares con mucha más incidencia solar se quedan atrás: España es buen ejemplo de ello.
En América Latina hay un buen número de países con gran potencial para el aprovechamiento de la energía solar, tanto a nivel particular (instalación doméstica individual) como colectivo (central solar). México, Brasil, Chile y Perú son las naciones que mayor capacidad presentan. Aunque hasta la fecha los proyectos implementados son escasos, durante los últimos años los gobiernos han fomentado acuerdos con otras naciones (sin ir más lejos, Estados Unidos) y las empresas han empezado a poner en marcha distintas iniciativas para su desarrollo: plantas solares-térmicas, centrales fotovoltaicas y parques solares.
En Europa, España se encuentra entre los primeros países con mayor potencial solar. Las Islas Canarias son, de hecho, el punto geográfico con más tiempo de incidencia solar de todo el continente, y Andalucía cuenta con un promedio de trescientas días de Sol al año. África también atesora un enorme potencial por explotar, con países como Namibia, Níger o Madagascar a la cabeza.
Incentivar proyectos de ingeniería que fomenten la explotación y el uso de la energía solar en estos lugares no solo es una medida crucial para contribuir al cuidado del medio ambiente, sino que también es un método para generar riqueza y desarrollo industrial que revertirán en la calidad de vida de las naciones.