Las antiguas civilizaciones que han habitado nuestro planeta concebían al Sol como el dios creador de la vida y le rendían culto con todo tipo de rituales. En ocasiones, hasta sacrificios humanos. Hoy en día somos más prácticos y la ingeniería rinde culto a este dios con la creación de plantas solares para canalizar toda su energía y poder, así, cuidar un poco más el planeta al que este astro vio nacer.
Muchas han sido los civilizaciones que le han rendido culto y muchos los nombres que ha recibido a lo largo de los siglos:
– «Ahau Kin» era el nombre del dios del Sol para la civilización maya y este representaba el espíritu universal de la vida.
– Los incas se referían al Sol como «Inti», al que consideraban el creador y rey del cielo, de las plantas, ya que con su energía alimentaba sus tierras, y del universo.
– «Ra» es el nombre que le dieron los egipcios, quienes, al igual que los anteriores, consideraban al rey Sol el creador del mundo.
– Entre las culturas mesoamericanas ha recibido varios nombres, por ejemplo, «Tonatiuh», nombre que le dieron los aztecas. Se le consideraba el creador del mundo y se le atribuían las bondades y los defectos humanos.
En la actualidad, el Sol no es considerado como un dios, aunque somos bien conscientes de que su energía es necesaria para la vida. Sin embargo, la ingeniería ha hecho posible la creación de un modelo de templo para rendirle culto, aunque de una forma ya no tan espiritual: la central solar.
El ritual consiste en absorber toda la energía que procede del Sol a través de paneles solares que se encargan de transformarla en energía fotovoltaica. De esta forma se aprovecha todo el poder del dios Sol, tan necesario para nuestra vida, cuidando el «hogar» en el que vivimos.