El cambio climático es un hecho indiscutible. Sus consecuencias ya están presentes y seguirán mostrándose durante décadas y siglos, incluso si las emisiones de gases de efecto invernadero cesaran radicalmente hoy. Para mitigar sus consecuencias y el consecuente aumento del nivel del mar, se hacen imprescindibles las renovables como la energía fotovoltaica de las plantas solares o la central solar.
El cambio climático se presenta de diferentes formas y con diferentes consecuencias. Respecto a la subida del nivel del mar, es agente protagonista actuando en tres frentes. El primero, la dilatación. El aumento de la temperatura provoca la dilatación térmica del cuerpo de agua, que se expande ocupando más espacio. Los océanos crecen, se hacen mayores y el nivel del agua sube.
El segundo es la fusión de los casquetes polares y glaciares sin posterior recuperación. El agua retenida en forma de hielo se libera en estado líquido y se incorpora a los océanos, aumentando el volumen de estos. Por último, esta fusión se acelera con el tercer frente del cambio climático. El agua dulce se infiltra en las placas de hielo groenlandesas y de la Antártida, ejerciendo de lubricante que facilita y acelera el deslizamiento de las propias placas de camino al mar, donde se derriten.
Las consecuencias son abrumadoras. La subida del nivel del mar presenta un perfil desigual en el planeta (en algunas partes es mayor que en otras), pero su existencia es indiscutible. Esta subida provoca la invasión de las costas y deltas, donde vive la mayor parte de la población mundial. Se prevén catastróficas pérdidas de cultivos y acuíferos, empeorados por las condiciones climáticas adversas asociadas: tormentas mayores y más frecuentes, desertización, sequías e inundaciones. Esto supondría migraciones masivas, pobreza, hambre y conflictos.
Ante este panorama queda la firme apuesta por las energías renovables y reducir las fósiles, algo que ya está en marcha y cada vez con más fuerza.