La Estrategia Europa 2020 se planteó como un programa para reducir en 2020 las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 %; y el consumo energético, otro 20 %.
Además, se debían aumentar la eficiencia energética y el uso de energías renovables un 20 %, por ejemplo, con plantas solares o la central solar.
El programa tiene las miras puestas en la situación de la UE como energéticamente dependiente del exterior y, al mismo tiempo, una de las regiones más contaminantes del mundo.
Con la Estrategia Europa 2020 se pretende incrementar la sostenibilidad de Europa, sin perder crecimiento económico. El cambio climático lo exige para ya mismo.
El ambicioso reto trae buenas noticias, según se publicó el pasado 20 de octubre en el informe Tendencias y proyecciones en Europa 2015, de la AEMA (Agencia Europea del Medio Ambiente). Según este informe, las emisiones se han reducido un 23 %, entre 1990 y 2014, y están en el punto más bajo conocido.
Se espera que para 2020 se sitúen en un 24 %, con posibilidad de un 25 %, si se adoptan medidas complementarias que ya están sobre la mesa. Paralelamente, la economía de Europa ha crecido un 46 %.
Con la mirada ya puesta en la reducción del 40 % para 2030, la UE demuestra que los retos ambientales son superables, si hay un compromiso real para conseguirlos. El esfuerzo y los objetivos son compartidos, ya que no solo responsabiliza a las Administraciones.
También a la industria implicada en la producción de productos sostenibles y de bajo consumo y, sobre todo, a una población cada vez más concienciada, exigente y comprometida.
Sea implicándose en el consumo responsable, reciclando, reduciendo o produciendo energía fotovoltaica con paneles solares en su casa o negocio, la población ha sido clave para impulsar la protección del medio ambiente. Responsabilizándose con la sostenibilidad, hay sitio para el optimismo.