El calentamiento global no es problema futuro; sus efectos se hacen notar ya en la temperatura de la superficie terrestre y en el nivel del mar, obligando a la sociedad a poner más atención en el cuidado del medio ambiente. Plantas solares, energía fotovoltaica, central solar, etc. son términos cada vez más comunes desde que las tecnologías de ahorro energético se han convertido en una prioridad. Es la ingeniería puesta al servicio de la lucha contra el cambio climático.
Más allá de los evidentes efectos del calentamiento (el año 2014 es considerado el más caluroso desde que se tienen datos), conviene tener en cuenta que si en el 2013 el planeta tenía 7.200 millones de habitantes, se estima que en el 2050 esta cifra sobrepasará los 9.500 millones. Esto significa que habrán muchos más habitantes para compartir los recursos y, por lo tanto, mayor el riesgo de dañar el medio ambiente. Ante esta perspectiva, energías renovables como la fotovoltaica juegan un papel crucial, por lo sencillo que resulta incorporarlas a nuestra vida cotidiana y por el ahorro a todos los niveles que esto supone.
De ahí el auge de la domótica, ciencia que estudia la integración de la tecnología en la construcción de los edificios para que estos sean más eficientes en términos energéticos, o lo que es lo mismo, para que su suministro solo dependa de energías renovables, como la solar, que son inagotables y respetuosas con el medio ambiente. Lo que se persigue es una edificación sostenible, que asegure la calidad ambiental y la eficiencia energética de un edificio durante todo su ciclo de vida, desde su fase de diseño y construcción, pasando por la de mantenimiento, y hasta la de derribo.
Por tanto, se trata de crear edificios autosuficientes, que no precisen de combustibles fósiles y cuyo impacto sobre el entorno sea mínimo.