El sector de las energías renovables destaca por su flexibilidad y capacidad de reinventarse y busca siempre nuevas formas de aprovechamiento de la energía proporcionada por el propio entorno. El objetivo siempre es reducir la dependencia de las energías fósiles y, con ello, minimizar el efecto invernadero, sin mermar la calidad de vida de la población.
Una nueva oportunidad parece haber surgido en el mar y no se trata de la energía mareomotriz. La instalación de centrales de energías renovables flotantes parece ser una tendencia en el sector, que, lejos de ser una excentricidad, responde a un inteligente aprovechamiento de espacios. Así, las centrales flotantes, situadas en los estuarios, lagos, lagunas y mar, permiten dedicar el espacio terrestre a otros usos, como la agricultura.
Suponen, por otro lado, un importante reto para la ingeniería, pero sus ventajas parecen merecer la inversión. Eso parece indicar el número creciente de instalaciones flotantes, como el parque eólico que se está instalando en aguas escocesas (con capacidad de 30 megavatios) o la gran inversión en paneles solares flotantes que está haciendo Japón.
El país oriental tiene auténticos problemas de espacio y la opción de utilizar la superficie del mar y los embalses es una solución eficaz. En la actualidad, Japón ya dispone de cuatro plantas solares flotantes, incluida la más grande del mundo (9.000 paneles), que será ampliamente superada, cuando finalice la construcción de los 51.000 paneles de la central de Chiba (en 2018).
India, Brasil o Estados Unidos también están apostando por el “sector flotante”, que no solo se centra en la energía fotovoltaica o eólica. La central solar fotovoltaica o los molinos flotantes son solo dos de las opciones posibles. En esta línea, Rusia está apostando por las centrales nucleares flotantes, una alternativa que también ha captado el interés de China, un país con una presencia muy fuerte del sector nuclear.