Los recursos naturales escasean y ese es el motivo por el que su precio se encarece. Además, las organizaciones supranacionales (como la Unión Europea) han obligado a los países a cerrar las centrales nucleares en la próxima década. Todos estos hechos, entre otros, conducen a que el planeta esté empujado a buscar otras alternativas de energía como la fotovoltaica, para dar suministro a toda la población mundial. En este sentido, las plantas solares son un filón, porque el astro rey es una fuente de energía inagotable, limpia, pero cara.
Existen otros recursos como la energía eólica, la hidráulica, el carbón y el petróleo, los combustibles fósiles, etcétera, que son escasos y limitados. Sin embargo, el potencial que tiene una central solar no es igualable a ningún otro. Para muestra un botón: el Sol genera en una hora la energía suficiente para dar suministro a toda la población mundial a lo largo de un año.
Grandes potencias como EEUU, Japón y Alemania son los principales países generadores de células solares. Actualmente, los estudios científicos (como los realizados por el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados, (IIASA) certifican que con la energía canalizada en las plantas solares se podría dar suministro de electricidad a nivel mundial.
En este aspecto, la ingeniería tiene un papel vital para conseguir un modelo energético que sea sostenible tanto ambiental como económicamente. El mayor escollo que hay que sortear es el almacenamiento de la energía solar –ya que el Sol solo emite energía en horas diurnas- para que, posteriormente, entren en juego los sistemas fotovoltaicos que la convierten en electricidad.
En conclusión, la energía solar es el futuro más sostenible, más seguro y más limpio, pero la producción fotovoltaica, por el momento, no es viable económicamente; de ahí la importancia de investigar y desarrollar métodos de producción acordes.