El ahorro energético es una cuestión que afecta al conjunto de la población, tanto por sus costes como por la repercusión que tiene el consumo de energía para el medio ambiente. De este modo, en las últimas décadas se ha ido extendiendo paulatinamente una conciencia ecológica que se presenta como algo vital para la supervivencia del medio ambiente y, por ende, para el futuro ser humano.
Una de las consecuencias lógicas de dicha conciencia ecológica es el auge de las energías renovables, con la proliferación de plantas solares y el uso de la energía fotovoltaica. No obstante, no basta con contar con una central solar para que el impacto humano en el medio ambiente no cause estragos, pues también resulta de vital importancia evitar el despilfarro energético y de materias primas.
En efecto, está en manos de cada individuo y de todas las empresas a nivel mundial poner en práctica políticas de empleo de energías renovables, así como desarrollar pautas de comportamiento encaminadas a ahorrar el consumo energético.
Entre estas pautas de comportamiento cabría destacar gestos tan sencillos como no malgastar el agua, tratar de no cocinar más comida de la necesaria para no tener que tirarla, usar más la bicicleta y el transporte público que el coche particular, usar bombillas de bajo consumo, no dejar luces encendidas si no se necesitan y no dejar en stand by aquellos electrodomésticos que no estén en funcionamiento, por poner tan solo unos ejemplos.
Además, si toda esta energía proviene de fuentes renovables, tales como una central solar o plantas solares o de energía fotovoltaica, entonces las emisiones de gases contaminantes serán drásticamente reducidas y, con ello, se garantizará un futuro más limpio, sano y sostenible para toda la humanidad y el medio ambiente. En definitiva, los pequeños gestos de hoy pueden obrar grandes cambios para el mañana.