En plena era de las energías renovables, cuando algunos conceptos como las plantas solares y la energía fotovoltaica son una realidad, la nueva amenaza de la basura electrónica amenaza con desestabilizar el equilibrio medioambiental del planeta.
Cada año se generan millones de toneladas de desechos electrónicos (principalmente, teléfonos, tablets, ordenadores y otros aparatos similares). Muchos de estos productos tienen una vida útil demasiado corta y cuentan, entre sus componentes, con metales pesados altamente nocivos para la salud. La necesidad que surge de llevar a cabo un proceso de reciclaje adecuado solamente se cumple, según datos de la ONU, en un mínimo porcentaje de la basura generada.
Las cifras arrojadas para 2016 proyectan un marco alarmante, en el que la proporción de kilos de basura electrónica generada por habitante puede incrementarse considerablemente. A este hecho, hay que sumar la certeza de que los países en desarrollo van a superar a las naciones desarrolladas en la cantidad de desechos de este tipo. La causa principal de este poco halagüeño panorama es la falta de infraestructuras de reciclaje que sufren estas naciones menos industrializadas.
En cuanto al llamado Primer Mundo, los principales motivos del crecimiento exponencial de basura electrónica generada no son otros que la mera desinformación y consideración de este problema como algo lejano en el tiempo. Otro elemento a tener en cuenta, en este aspecto, es la exportación ilegal de desechos electrónicos que tiene lugar, desde algunos países desarrollados, a varias partes del planeta.
Con el fin de atajar este problema, la ONU ha puesto en marcha la iniciativa StEP, con la que se pretende promover en todo el mundo la reutilización de elementos electrónicos para poder prolongar su vida útil. A fin de cuentas, al igual que puede suceder con la instalación de una central solar, el primer paso debería partir de la concienciación de cada individuo involucrado.