Si hay algo que la gente puede hacer para mejorar la calidad de vida en el planeta, es exigir un mayor uso de energías renovables, vengan de un molino de viento, una central solar, las plantas solares o, simplemente, la energía fotovoltaica creada en su propio hogar.
Otras importantes acciones son reciclar, reutilizar y reducir los residuos. Esa es la única manera de evitar la acumulación interminable de basura contaminante, especialmente, en los océanos.
Se conocen cinco grandes basureros flotantes, llamados islas de basura. Están formadas por material no biodegradable flotante (principalmente, plástico), que con el tiempo y por la acción de las corrientes marinas rotativas acaba agrupándose en inmensas balsas. Se estima que el 20 % de esta basura procede de los barcos y el 80 % restante tiene origen terrestre.
Las cifras sobre el tamaño y la densidad de las islas de basura oscilan por la propia dificultad de su estudio y localización. La isla de basura más grande conocida se sitúa en el Océano Pacífico y podría contener unos 100 millones de toneladas de desechos. Su tamaño estimado va desde los 700.000 km2 hasta más de 15 millones de km2. A efectos comparativos, esto supondría de 1,5 a 30 veces el tamaño de España.
A pesar de que, incluso, las cifras más optimistas bailen, estas muestran cantidades peligrosísimas de basura que están afectando negativamente a los ecosistemas marinos y la cadena trófica. Sus efectos se notan ahora y seguirán notándose a largo plazo. ¿No es posible hacer nada?
Afortunadamente, este problema está ganando interés y movilizando a organizaciones. Existen propuestas y programas de limpieza con flotas de barcos adaptados. Una buena noticia. Sin embargo, lo más efectivo y responsable es y seguirá siendo reducir la cantidad de residuos generados y en eso todo el mundo puede poner su grano de arena. Es necesario implicarse.