La energía fotovoltaica es aquella que transforma directamente la radiación solar en electricidad gracias a la acción de los paneles fotovoltaicos. De esta forma, se convierte en una fuente de energía renovable y las plantas solares aparecen como un método de obtención de electricidad limpio y respetuoso con el medio ambiente.
Este tipo de producción energética era bien conocida desde mediados del siglo XIX, pero no fue hasta los años 50 del siglo XX cuando el campo de la ingeniería aeroespacial le encontró aplicaciones concretas dentro de la carrera que mantenían en aquellos momentos americanos y soviéticos. Así, no es de extrañar que hoy en día esta energía esté presente en todo tipo de satélites artificiales de comunicaciones.
La base de esta producción estriba en los paneles fotovoltaicos, que generan energía a partir de la exposición solar. Básicamente se trata de la excitación que la exposición solar provoca en los electrones de un dispositivo semiconductor, que a su vez genera una pequeña diferencia de potencial que puede ser amplificada mediante la conexión en serie de estos dispositivos, produciendo una electricidad limpia y sostenible.
Y es que son varias las ventajas que presenta esta energía frente a otras productoras de electricidad. La primera es su tamaño, ya que, al ser los paneles solares de carácter modular, es posible contemplar desde pequeñas instalaciones “unifamiliares” hasta una auténtica central solar que puede abastecer a muchas personas. Económicamente también son instalaciones muy viables, puesto que su desembolso inicial se puede ver compensado en pocos años en el caso de contar con unas condiciones meteorológicas adecuadas. Y, por último, esta energía fotovoltaica es una de las más respetuosas con el medio ambiente, ya que prescinde de cualquier tipo de contaminación ambiental y necesita escasa infraestructura y mantenimiento, por lo que la emisión estructural y posterior de gases es casi inexistente.